Cuando nos quedamos tirados en el arcén porque "los de la ciudad vienen aquí a asaltar"

La historieta que voy a contaros hoy viene siguiendo la línea temporal del post anterior "La Carmen menos turística de México". Que no digo que sea tan complicado seguir el hilo, pero si alguien se ha saltado el capítulo todavía está a tiempo. Ahí lo dejo. 


Fuimos a Ciudad del Carmen (aunque pasamos gran parte del tiempo en Isla Aguada porque molaba más) de viernes a martes, porque el lunes era festivo. El 6 de febrero se celebra el Día de la Constitución Mexicana, así que TODO EL MUNDO estaba de puente. Este dato es importante aunque parezca que no. Volábamos de vuelta a la CDMX (Ciudad de México) el martes de súper madrugada porque así teníamos toda la tarde del lunes para disfrutar. O ese era el plan...

Pero empecemos por el principio, que me enrollo malamente. Era lunes, y nosotros lo que queríamos era dar una vuelta por la Laguna de Términos (si alguien tiene mucha curiosidad puede buscarlo en el maps, o ir al post anterior donde explico también qué es). 

Sobre la línea del mar de la izquierda se aprecia la carretera que conecta los pueblos y separa la laguna del gofo. Este era el puerto turístico; con embarcadero y todo (que me vuelven loca).

La víspera estuvimos preguntando en el puerto de Ciudad del Carmen si algún pesquero se ofrecía a llevarnos a pasear por la laguna (para ver si ahorrábamos unos pesitos), pero nadie quería. Nos contaron que en los meses anteriores habían asaltado con violencia varios botes para robarles el motor. Ninguno se ofreció a jugársela porque sí, y la verdad, yo después de escucharlos, tampoco estaba muy por la labor. 

Lo seguro (y sensato) era ir directamente al muelle de Isla Aguada donde salían los tours turísticos. Por 800 pesos (unos 40€) rentabas el bote al completo con su conductor-guía. Habiendo visto después lo que cuesta cualquier tour en lancha, es barato. Pero no teníamos mucho con lo que comparar por aquel entonces; era nuestra primera "escapada" en México. 


Qué felices somos en un bote. Si es que nos conformamos con poco...

El tour consistía en 3 "visitas". Primero te llevan a ver la isla de los pájaros; es decir, un trozo de tierra en mitad de la laguna con árboles repletos de pájaros. Esta era la parte sencilla, já. Siempre están y no hay que buscarlos demasiado. 



Si supiera de aves, podría nombrar aquí la especie. Pero distingo con seguridad poco más que palomas y ... y palomas. 

Después te llevan a ver delfines. ¡¡¡Delfines!!! No sé si los había visto nunca en libertad. Esta parte ya era algo más complicada e igual tardaron media hora en localizar un grupo. Lo bueno es, que hasta que no los ves el guía no se rinde. 

Me encantaría tener fotos chulísimas de delfines saltando junto a la barca, pero lo cierto es que perdí el tiempo intentando hacer una decente. Si volviera, me dedicaría únicamente a disfrutar de verlos, y ya. Mirando todo el rato por el visor, me perdí la mitad del espectáculo. Igual debería puntualizar que llevaba un objetivo de m*****.

Lo mejor es que al final te dejan en una playa-isla (muy pequeña, pero una playa) en mitad de la laguna. La arena fina y clara y el agua transparente. Muy top. 



Esta era la isla. Al fondo los pajaritos y al frente yo misma intentando posar en plan "mira que a gusto y qué natural todo, oye".

Pero el tour llegó a su fin y empezó la que sería mi aventura del viaje (digo mi, porque Mikel no se preocupó ni un poco).

Serían como las dos de la tarde y nos sobraban horas, así que en lugar de volver directos en la combi a Ciudad del Carmen, decidimos bajarnos a mitad de camino para pasear un poco más (todavía) por la playa. ¿Que podía salir mal?

En un momento Mikel se dedicó a echar la siesta (no sé como pudo, si debía hacer como 98459863764ºC) y yo a recoger caracolas. Muchas caracolas. Calculo que unos 2 kilos. Para decorar la ducha y eso. Le mandé una foto a mi ama y le gustaron, así que recogí suficientes como para decorar DOS duchas. 

Y ya por fin salimos de la playa a la altura de un par de restaurantes a la orilla de la carretera. Ahí paraban las combis y los autobuses. Nos sentamos a esperar sobre las 16:30 horas. Sin saber que se nos haría de noche en el sitio, yo hasta le hice foto a la "parada" y a nuestras sombras. Me parecía bonito; todavía. 



Lo que pasó fue un problema de cálculo. De calcular que toda la población de Ciudad del Carmen había ido a pasar el día a Isla Aguada (porque era festivo) y todos los transportes que pasaban iban hasta los topes de gente.

Los puestos empezaron a desmontar el chiringuito, y los trabajadores se iban subiendo en cualquier coche que pasara. Pero no reaccionamos a tiempo (por novatos) y se nos hizo de noche en la carretera. 


A las 19:00 ya era noche-noche, y solo teníamos una farola y las linternas de móvil. Entonces se nos acercó la señora que atendía en el puesto de las mojarras (haciendo zoom se le ve, aunque muy pixelada) y nos explicó que ya estando oscuro, los autobuses no iban a parar porque los "malos" de la ciudad solían ir a ese punto a asaltar y los conductores tenían miedo. De p*** madre. Casi me echo a llorar. 

Ella y su marido vivían en la casa que había al otro lado de la carretera (la única en 4 kilómetros a la redonda) y me faltó un suspiro para pedirle que nos dejara dormir en su garaje. Yo quería salir de ahí como fuera. 

Fueron súper amables, y se quedaron (primero ella y luego él) hasta que conseguimos salir de ese maldito punto muerto. Al final tuvimos que llamar a la empresa de combis y pedir que nos guardaran 2 plazas en la siguiente que hubiera disponible. Que era la que salía a las 21:00 horas. No os podéis imaginar lo largas que se me hicieron las horas. Alumbrando con la linterna del móvil detrás de cada poste porque ya me imaginaba sombras y atracadores por todos lados. 

Yo seguía intentando parar todo lo que pasaba, pero no tuve éxito. Y mientras tanto, llamé como 27 veces al chico de la empresa de transportes para asegurar y re-asegurar que nos guardaban el sitio. Puede parecer que estaba al borde de la histeria, pero es que estaba al borde de la histeria. 

Al final, como siempre, todo salió bien (no nos robaron ni nada). La combi paró y llegamos al hotel sin problema. Tarde, pero sin problema. 


Ya sólo me quedaba un pequeño disgusto. En el aeropuerto me confiscaron MIS DOS KILOS DE CARACOLAS, porque al señor del control le pareció que la bolsa podía ser utilizada como arma (¿?). Las podía haber facturado, pero entonces no llegaba a tiempo a trabajar. Lo que tiene apurar hasta el último minuto. Me consuela pensar que gracias a eso tengo menos para limpiar. 

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